domingo, 18 de diciembre de 2011

Aníbal y los dinosaurios v.s. Roma y los sinápsidos: nuestra humillación evolutiva


Con este artículo pienso inaugurar una nueva línea de mi blog, que tratará de divulgación, completando (y complementando) el resto de contenidos fundamentalmente de opinión y personal.

A pesar del título esto no va de una batalla de bandas de rock español. Es que voy a unir dos disciplinas que me encantan, la historia y la paleobiología, me dispongo a relatar como nuestros antepasados fueron humillantemente derrotados por unos advenedizos, llamados dinosaurios, a principios del triásico igual que Roma lo fue en Cannae en el 216 a.C.

Mi interés por la fauna del triásico comenzó porque tenía que hacer un trabajo monográfico sobre un tema de biología. Decidí hacerlo de biología evolutiva y repasé de cabo a rabo los libros que tengo en los que se habla de historia natural. Encontré cierta laguna a principios del mesozoico, en el triásico. Según los libros había una fauna de “reptiles mamiferoides” (antepasados nuestros) al inicio de esta etapa, pero desaparece toda mención a ellos posteriormente. Así que dediqué mi trabajo a investigar que ocurrió.




Pero primero, cómo no, comencemos por un poco de historia evolutiva. Los vertebrados amniotas (es decir los que no somos peces ni anfibios) descendemos de un único antepasado común. Este era un ser escamoso que podía gestar a sus crías en un medio no acuoso (a diferencia de anfibios o peces) por lo que definitivamente se emancipó del agua en cuanto a medio de vida.

Seymouria, uno de los primeros amniotas y probablemente uno de nuestros antepasados.






Y de ahí surgieron los grandes grupos de vertebrados amniotas que hoy existen. Si estáis pensando en mamíferos, reptiles y aves, estáis equivocados. Hablo de anápsidos, sinápsidos, lepidosaurios y arcosaurios (en el caso de estos últimos las dos ventanas que están tras la cuenca ocular pueden fusionarse y aparece una ventana extra en la mandíbula).

La diferencia entre estos grupos es el número de aperturas extras (sin incluir las de las fosas nasales y oculares) o ventanas que presenta el cráneo. A continuación un cladograma lo explica claramente y pone ejemplos de representantes de estos géneros:

No quiero echarme flores pero esos cráneos los dibujé yo

Nuestros protagonistas son: en el papel de romanos defendiendo su supremacía, nuestros antepasados sinápsidos, los cinodontos (carnívoros cubiertos de pelo) y sus primos los dicinodontos (herbívoros escamosos). Descienden de un antiguo linaje de sinápsidos ancestrales que dominaron el pérmico (era anterior al triásico) hasta que la mayor extinción masiva que la Tierra haya visto los aniquilase. Ellos son ahora los únicos con vida para defender el honor de aquellos que tenemos un solo par de apreturas craneales extra.

Y en el papel de Aníbal, los cabezas agujereadas y advenedizos dinosaurios, que recientemente se habían separado de sus primos del linaje de los cocodrilos, y los muy taimados tenían varios ases en la manga, además de estar asesorados por el mayor pensador de la prehistoria: el filosoraptor.


¿Cómo nos derrotaron? En el caso de la historia de Roma todo está muy claro debido a esa increíble manía que tenemos de escribirlo todo: cerca de la ciudad de Cannae, Aníbal gracias a la gran movilidad de sus tropas envolvió a un ejército romano superior en número (unos 87.000 romanos frente a 54.000 hombres de Aníbal) y lo masacró sin piedad. La clave en esta batalla fue que las tropas de Aníbal podían desplazarse y maniobrar a una velocidad pasmosa para los lentos romanos.

Pero lo que los historiadores clásicos han pasado por alto es que Aníbal había obtenido por medio de sacrificios a su dios Baal una descripción del filosoráptor de la estrategia evolutiva que usaron los dinosaurios para derrotar a nuestros antepasados. Con este conocimiento avanzado pudo Aníbal derrotar a sus enemigos. 


Pero volvamos al triásico. ¿Qué tienen que ver los diápsidos con los romanos? Pues que al igual que estos eran lentos y torpes. ¿Habéis visto andar a un cocodrilo o a una lagartija? (si no, seguro que en youtube lo encontráis) ¿os habéis fijado en que al desplazarse mueven su columna vertebral lateralmente? Esto tiene que ver con la disposición de las extremidades con respecto al cuerpo. En este dibujo se ven claramente los dos extremos posibles:




A la izquierda la disposición de las extremidades típica de un lagarto. A la derecha la de un mamífero o ave actual.






  Si tus extremidades parten horizontalmente del tronco tendrás que mover tu columna vertebral lateralmente al andar. Esto es mucho más lento y menos eficiente, pero si arrastras tu vientre es más económico.

En cambio si tus extremidades parten verticalmente del tronco gastarás más energía pero es un sistema que permite el desplazamiento a mayor velocidad y con mayor eficiencia, además de que durante la carrera tu cuerpo no se desequilibra por tener que mover la columna lateralmente.

Tanto los mamíferos actuales como las aves tienen extremidades que parten verticalmente del troco, igual que los dinosaurios, que fueron de los primeros tetrápodos en presentarla. Sin embargo, en cuanto a nuestros antepasados hay que decir que sus andares todavía eran muy primitivos. Sus extremidades no partían verticalmente, sino que lo hacían en un ángulo intermedio entre 0º y 90º,  aún así insuficiente para tener una locomoción del todo eficaz.

Y a este factor se unió otro, el cambio de clima. De un pérmico relativamente húmedo, donde uno podía permitirse el lujo de no andar demasiado para buscar comida; a un triásico seco donde las migraciones son la norma.

Un mapa del triásico medio donde los yacimientos geológicos nos indican según el tipo de minerales o rocas el clima que había. Se ve claramente que predomina el clima seco y cálido.

Mi trabajó se basó en el estudio comparativo de ejemplares representativos de cada género, un herbívoro y un carnívoro de cada bando. A continuación los esqueletos y reconstrucciones de cada uno:

Cynognathus, un cinodonto ilustrativo, medía alrededor de un metro de longitud.


Herrerasaurus, el típico dinosaurio carnívoro del triásico.

El lystrosaurus, un dicinodonto relativamente abundante a principios del triásico, sobre un metro de longitud

El plateosaurus era un dinosaurio herbívoro que se volvió común a finales del triásico, medía de 7 a 9 metros de longitud

Esta grave deficiencia en la locomoción condujo inevitablemente a la derrota evolutiva de los sinápsidos, de los que solo sobrevivieron algunos cinodontos que quedaron relegados, encogieron de tamaño y se convirtieron en pequeñas ratitas mesozoicas, aguardando, sin hacer un movimiento ofensivo. Igual que Roma, que tras su espectacular derrota, dejó de presentar batalla frente a Aníbal y se limitó a hostigarle, mientras esperaba tiempos mejores.

Y así sucedió que, un meteorito (cual deus ex machina, al que ni siquiera el filosoraptor podía enfrentarse) para los dinosaurios y la pérdida de Hispania para Aníbal, forzaron su retirada; por lo que por fin los pequeños descendientes de los cinodontos pudieron tener un respiro evolutivo y prosperar. Finalmente los sinápsidos (encarnados en los mamíferos) volvimos a dominar la macrofauna mundial como antaño y la paz volvió a este rincón de la galaxia. Pero la derrota definitiva de los dinosaurios acontecería incluso millones de años más tarde cuando los últimos resquicios de su orgullo, las aves del terror, que ocupaban el nicho ecológico de los Tiranosaurus rex se extinguieron, las últimas fueron las moas de Nueva Zelanda, que nosotros (el ser humano) liquidamos hace unos 500 años.








Ave del terror, la peor pesadilla de los mamíferos cenozoicos










Los descendientes de los dinosaurios (las aves) aunque más numerosos en cuanto a especies, han bajado de nivel en la cadena alimentaria y ya no dominan la fauna mundial. Así Cartago tras una única derrota a manos de Roma gracias al general Escipión Africanus quedó aplastada como potencia militar y no se volvió a recuperar de ese duro golpe. 

Puede que fuera el lado sinápsido de la fuerza o los dioses Júpiter y Marte, o que sencillamente tanto sinápsidos como los romanos supieron adaptarse tras sus derrotas y aprovecharon bien las oportunidades, pero no nos vendría mal recordar que ya una vez fuimos derrotados y relegados al subsuelo humillantemente, asique menos orgullo mamífero y más mirar con recelo a las palomas. Seguro que traman algo, son demasiado sospechosas.













Gracias por leer y comentad cualquier cosa.