miércoles, 5 de octubre de 2011

Agradecimiento a los dioses hombres


A veces te topas con seres humanos
Personas, más concretamente,
A las que no puedes acercar tus manos
Porque son fuego permanente.

Al sentarte a sus enormes pies
Te has de limitar
A hacia arriba mirar
Con tu boca sonríes
Esperando ser correspondido
Mientras mal disimulas el miedo escondido.

Son como el mar
Fuerza de la naturaleza
A la que solo puedes mirar,
No tienes la entereza
Para poder navegar.


Colosos de fuego ardiente
Avanzando por la llanura
Te abrasa el aire caliente
Profunda mordedura
Y se pregunta tu mente
Si no serás aplastado.
Deconstruido.
Despedazado.
Herido.
A su paso.

No es amor.
No es odio.
No es respeto.
No es miedo.
Es todo eso y nada a la vez.
Todo Harry Haller tiene su Armanda.
Todo hombre tiene su dios.
Aunque si ves
En los hombres, dioses
Un precio pagas
Pues la correspondencia
Pueden ser dagas
Pueden escupir en tus altares de inocencia
Reírse de tus sacrificios de llagas
Quemar tus templos de obediencia
Y dejarte como la tierra tras las plagas.
Pero no ocultemos también
Lo fantástico que puede ser
Ver en los hombres tu sostén
No son estatuas a las que aborrecer.


Puedes sentir su presencia
Su risa, como un torrente de agua clara
Su llanto, como un rayo de demencia
Su mirada, una belleza que te es cara
Su aliento golpeando tu nuca
Revitalizando tu savia caduca.

No es sino que estás agradecido
De poder haberos conocido

Aún cuando todavía no habías aprendido a andar
Siempre habías echado de menos bailar.


En agradecimiento a esas pocas personas que están en mis pedestales
y de las que siempre tengo algo que aprender,
para vosotros es este post, el número 50

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